jueves, 31 de mayo de 2007

Grisbel Medina, hoy en el Listín


Grisbel es una querida amiga, periodista de Santiago, feminista y muy talentosa.
Su columna "Sonajero" sale cada jueves. Disfrútenla.


¿Por qué?
Dios, regálame un cachito de atención en este último jueves de mayo con lluvia por un tubo y siete llaves. Dios o ¿Diosa? pues te exhiben en falda, estoy inquieta. Casi estresada como dicen las muchachas finas. La angustia me brotó en la espinillita empolvada para no espantar al marido mientras me ama.

Anda, contesta, ¿por qué me hiciste mujer? ¿por qué me obligas a usar panties? No entiendo. Si me dedicas par de días al año y orquestas una legión de aduladores a “la belleza femenina” ¿por qué me condenas a valer por mis curvas y el tamaño de mis pezones? Si eres un Dios de amor y justicia ¿por qué no condenas a quienes me retratan la nalga al lado de cervezas, llantas y lubricantes?

Me salió otra cana. Estoy desconcertada. ¿Cómo es que tres muchachos se matan en Loft y el primer titular decreta que fue por un piropo a una mujer? ¿Entonces somos culpables del salvajismo masculino? ¿Por nosotras los hombres no piensan, son animales? Entonces, si el marido me mata, porque no quise volver con él, ¿merecí morir? Oye, no es justo. Dios del cielo, ¡está bueno de chivas expiatorias y condenas sociales!

No es suficiente con las cargas que cargamos. Con la obligación de ser lindas a costa de insoportables rutinas estéticas y cirugías que nos matan y endeudan. No es bastante con el triple esfuerzo que nos cuestan las coronas que la sociedad de vez en cuando cacarea. Insisto, ¿por qué me hiciste mujer si me censuras, intentas gobernar mi cuerpo y decidir sobre el futuro de mi vientre sin percatarte de que me violaron?

Por favor, explícame con cucharita. ¿Por qué el Vaticano prefiere niñez con hambre que un preservativo?, si sabes que encima de las enfermedades de transmisión sexual, nadie, aunque jure ser célibe, renuncia a los olores y gustito sexual.

Dios o Diosa, porque te pintan en falda, si me la ibas a poner tan difícil y la piña es tan agria, ¿por qué me obligas a usar panties? ¿por qué me hiciste mujer?

sonriete_gris@hotmail.com

lunes, 21 de mayo de 2007

La Industria de la Belleza y la Salud de la Mujer

Denise Paiewonsky

Al tratar el tema de la industria de la belleza me parece importante que empecemos situando el tema en la perspectiva feminista tradicional que plantea el cuerpo de la mujer como espacio fundamental de objetificación y control ajenos y, por tanto, de merma de nuestro poder y nuestra autonomía. Aunque desde este enfoque, el cuerpo --incluyendo la reproducción, la sexualidad, el placer-- ha sido el eje central de la opresión de la mujer, en República Dominicana (y, en general, los demás países de la región) las demandas en torno a estos temas no han figurado en el primer plano de nuestras reivindicaciones. Por el contrario, este primer plano suele reservarse a temáticas relativas a la esfera pública, las más de las veces asociadas a la participación de la mujer en el desarrollo. Por esta razón, cuando se evalúan los avances de las mujeres en las últimas décadas, destacan los logros en materia de legislación, educación, participación laboral, representación política, etc. Los avances se presentan en dos claves: igualdad formal de derechos y ampliación/diversificación de los roles de género de las mujeres, cuyos ámbitos de actividad están cada vez menos restringidos a la esfera privada tradicional del hogar y la familia. Bien sabemos que lo mismo no ha ocurrido en el caso de los hombres, quienes, en la mayoría de los casos, continúan reproduciendo sus roles y ámbitos de actuación tradicionales. Como tampoco ha variado en lo esencial la manera en que la cultura define y representa la masculinidad y la feminidad, la manera en que se construye socialmente la sexualidad y el erotismo, todavía centrados en la objetificación del cuerpo de la mujer.

La relativa inalterabilidad de estos dos elementos condiciona –a la vez que pone de manifiesto—la lentitud con que se producen los cambios en la condición de la mujer en el ámbito privado, en comparación con el público. Es en la permanencia de estas construcciones sociales donde debemos situar el análisis de la industria de la belleza, donde debemos buscar las respuestas a la paradoja que nos plantea el crecimiento de esta industria en el contexto de los tan pregonados logros y avances de las mujeres en las últimas décadas. Como han señalado Faludi y otras autoras, la continua y creciente objetificación de nuestros cuerpos que preconiza el crecimiento desmedido de esta industria subyace la dinámica de empoderamiento público-desempoderamiento privado que caracteriza esta etapa de la lucha de las mujeres.

Mientras el patriarcado nos pretende deslumbrar con la posibilidad de pilotear aviones, ser ejecutivas de grandes corporaciones y hasta de hacer políticas sociales con perspectiva de género, no perdamos de vista que las demandas feministas referidas a la esfera privada de nuestras vidas siguen considerándose “conflictivas” y “polémicas”. Temas como autonomía sexual, placer, control reproductivo, orientación sexual, aborto, remiten a demandas que necesariamente van al fondo de la manera en que se construye socialmente la feminidad y la masculinidad –y, por tanto, de las dinámicas que mantienen la supremacía masculina y la subordinación femenina. El análisis de la industria de la belleza requiere, por tanto, que trascendamos el enfoque de la equidad de derechos y la participación en la esfera pública y que nos centremos nuevamente en lo privado, en la siquis personal y en el cuerpo, en la intimidad del hogar y de la alcoba, escenarios donde se sigue articulando la trama de nuestra subordinación.


La Industria de la Belleza

La cultura occidental moderna trivializa el fenómeno que nos concierne
-la “belleza” femenina y las industrias que se han desarrollado en torno a ella- reduciéndolo todo a la “coquetería natural” de las mujeres. Los mitos culturales dominantes nos aseguran que el culto a la belleza femenina es una constante histórica, que la belleza tiene una existencia universal y objetiva, que las mujeres siempre han anhelado encarnar ese ideal de belleza y los hombres siempre han anhelado poseer a las mujeres que personifican ese ideal. La realidad, de más está decir, es que todo lo que se relaciona con la belleza es cambiante por lugares y épocas, y que la manera en que este ideal se define está estrechamente vinculado al estatus social de la mujer y a los prototipos de conducta femenina prevalecientes en lugares y épocas determinadas.

Es cierto que en las sociedades patriarcales las mujeres siempre hemos sido objetificadas y, por tanto, valoradas en función de nuestra apariencia, tanto en lo que se refiere a criterios de belleza como de fecundidad potencial (en términos históricos, éste último ha sido mucho más importante). Sin embargo, cuando hablamos de la industria actual de la belleza nos estamos refiriendo a un fenómeno que es cualitativa y cuantitativamente nuevo y diferente, y que tiene poco que ver con nociones superficiales de “coquetería femenina”. Estamos hablando de una enorme industria que aglomera una diversidad de sectores económicos, conectados entre sí por intereses comerciales pero también por los mitos contemporáneos de belleza que todos ellos promueven y de los cuales se lucran. Por diversos que parezcan, todos los sectores de esta industria se articulan en torno al eje común que es la imagen corporal de la mujer: el maquillaje, las modas, el cuidado del pelo, los perfumes, las dietas, los gimnasios, los alimentos dietéticos, los medicamentos para rebajar, las cirugías estéticas, la dermatología, la cosmiatría, etc. Todos explotan con éxito la conjunción –ideal para sus fines—del creciente poder adquisitivo de la población femenina, el desarrollo del consumo compulsivo y la mercantilización de la vida social, sumado a la tradicional inseguridad de las mujeres en nuestra apariencia.


El telón de fondo del fenómeno lo constituye la restructuración global de los mercados -que ha conducido a la corporativización y el desarrollo de mega-industrias en el sector de la belleza- junto a la incorporación masiva de las mujeres al trabajo remunerado, sobre todo en las últimas dos décadas. Al tiempo de elevar nuestro poder adquisitivo y de consumo, el ingreso de las mujeres al mercado laboral implica una transgresión de los roles femeninos tradicionales, lo que ha traído consigo un aumento en las presiones sociales –tanto de los hombres como de las propias mujeres—hacia la reafirmación de nuestra “feminidad”, entendida ésta en los términos más convencionales y opresivos. Hablamos, pues, de una industria multi-billonaria -en los EEUU más grande que la industria del cine, por ejemplo - que en las últimas dos décadas ha venido creciendo a un ritmo impresionante, en parte gracias al impulso que le han aportado el desarrollo de los medios de comunicación y de las nuevas técnicas publicitarias y de mercadeo, que con tanta eficacia contribuyen a la propagación del mito a nivel global.
Para citar sólo algunos datos con relación a su tamaño, según la Asociación Norteamericana de Cirujanos Plásticos , la industria de la cirugía cosmética en los Estados Unidos alcanza la cifra de 10 mil millones de dólares anuales. En ese país se practican anualmente más de 2 millones de procedimientos quirúrgicos estéticos. Entre 1992 y 1997 el número de liposucciones aumentó en un 200%, alcanzando las 170 mil intervenciones por año. Para 1997, los ingresos anuales de la industria de la dieta (bebidas y alimentos dietéticos, centros y clínicas de control de peso, gimnasios, aparatos para hacer gimnasia, etc.) se situaban en los 50 mil millones de dólares anuales.


Es muy lamentable tener que recurrir a informaciones de otros países, pero la falta absoluta de datos no nos permita dimensionar el fenómeno en República Dominicana. Sin embargo, una simple revisión de las Páginas Amarillas revela que sólo para la ciudad de Santo Domingo aparecen registradas 63 clínicas o centros de belleza y 6 clínicas dedicadas exclusivamente a la cirugía plástica (aunque sabemos que se practican en muchas otras). También revela que hay 49 cirujanos plásticos registrados, dos más que el total de gastroenterólogos. De hecho, si sumamos el total de oncólogos, geriatras, nutricionistas y urólogos, todavía no alcanzamos el número de cirujanos plásticos que figuran en las Páginas Amarillas. Es importante, pues, tener en mente que cuando hablamos de la industria de la belleza no nos referimos únicamente a las grandes corporaciones multinacionales de la moda, la dieta, los cosméticos y productos de belleza, sino que cada vez más hablamos también de la industria médica: los cirujanos plásticos , las clínicas y hospitales, los anestesiólogos, dermatólogos, endocrinólogos, compañías farmacéuticas, y otros sectores de la salud involucrados en el negocio de la belleza.



La medicalización de la belleza

Lo anterior nos remite a una de las características más notables del crecimiento de esta industria, que es la medicalización de la belleza y su consecuente legitimación tecnológica-científica. Contrario a hace apenas unos años, ahora las cremas de belleza son producidas por laboratorios farmacéuticos de alta tecnología, los cosméticos son hipoalergénicos y los senos pequeños son una disfunción corporal que hay que corregir quirúrgicamente, para citar algunos ejemplos. La creciente medicalización de la belleza es responsable de dos grandes mitos, particularmente dañinos para la salud de la mujer: el de la efectividad y el de la seguridad médica de estos procedimientos. Veamos primero el de la efectividad: todos los estudios revelan que las tasas de fracaso de las dietas, al cabo de un año, superan el 95% . Sabemos que todavía no existe un producto o procedimiento que realmente detenga –y muchos menos revierta-- el proceso fisiológico normal de envejecimiento, igual que no existen cremas verdaderamente adelgazantes, ni tratamientos efectivos para la celulitis (independientemente de lo que diga la propaganda de las clínicas de estética y sus famosas máquinas térmicas, magnéticas y vibratorias, o sus tratamientos con algas, lodo, cromoterapia y demás.). Sabemos que los efectos de la liposucción son transitorios, igual que los de las inyecciones de colágeno o de Botox, los microimplantes, los peelings químicos, la dermabrasión y aún los implantes de seno, a los que finalmente también vence la fuerza de gravedad. Sólo la trivialización del fenómeno de la belleza como asunto de “coquetería femenina” permite la falta de controles y de protección a las consumidoras frente a la enorme cantidad de productos y servicios poco efectivos y/o peligrosos, que se promocionan en base a mentiras y falsedad.

De la misma manera, sólo el poder de los intereses económicos involucrados y la indiferencia ante los riesgos de salud que corren las mujeres permiten la proliferación no regulada de las cirugías plásticas. Para 1992, cuando finalmente la Food and Drug Administration norteamericana prohibió los implantes de seno de silicona, se hacían en ese país unos 94 mil implantes anuales y ya más de 2 millones de mujeres (una de cada 60 adultas) los tenían . A pesar de la notoriedad que rodeó en esa época las complicaciones producidas por los implantes de seno, en los EEUU el número de implantes aumentó en más de un 400% entre 1992-98, superando los 130 mil procedimientos anuales en 1998 . Según un estudio publicado en 1997 en el New England Journal of Medicine , el 27.8% de las mujeres implantadas requieren una segunda intervención quirúrgica, en el 80% de los casos debido a complicaciones médicas. La utilización actual de implantes salinos, promovidos por la industria como totalmente inocuos, reduce las complicaciones derivadas de la absorción de silicona por ruptura del implante pero no los riesgos generales del procedimiento ni sus posibles complicaciones, que incluyen: riesgo de anestesia, contracción capsular, infección de la herida, ruptura o desplazamiento del implante, la formación de depósitos de calcio, etc. A lo anterior habría que agregar la pérdida de sensibilidad en el pezón, la interferencia en la lectura de mamografías, y la frecuencia de cicatrizaciones feas o de senos con apariencia poco natural.

Los riesgos de la liposucción –la cirugía estética de mayor demanda en los EEUU, con más de 170,000 procedimientos en 1998 – están bien documentados e incluyen, entre otros, complicaciones por la anestesia, infección, hematoma, shock por pérdida de fluidos y embolias mortales. El New England Journal of Medicine recientemente advirtió sobre los graves riesgos que conlleva el procedimiento, advirtiendo que "la liposucción no es una operación banal, porque puede provocar la muerte de personas en perfecto estado de salud".

Las píldoras para adelgazar son otra historia de horror, sobre cuyas complicaciones de salud tampoco tenemos datos para la República Dominicana. Sin embargo, unas cuantas visitas a farmacias de Santo Domingo evidenciaron lo fácil que resulta adquirir medicamentos de uso delicado (que en el país se promocionan como totalmente seguros y hasta “naturales”, entre ellos varios que contienen Efedrina y sus derivados); medicamentos que contienen ingredientes prohibidos en otros países (como la Fenfluramina y derivados); y medicamentos cuya venta en RD supuestamente requiere receta médica (como el Redotex y el Esbelcaps, que además de ingredientes como Norseudoefrina, Atropina y Fenprorex, continen cantidades significativas de Diazepán). En media docena de farmacias visitadas me fue posible comprar cualquiera de estos medicamentos sin receta médica y sin dificultad alguna.

El consumo de medicamentos para adelgazar empieza por el uso indiscriminado de laxantes y diuréticos; luego entra en escena una serie de píldoras basadas en la Fenilpropalomina, la Efedrina y otros estimulantes del sistema nervioso central. En el Web Page de la Food and Drug Administration de los EEUU aparece un gran número de advertencias con relación al uso de estas sustancias, como el caso de la Fenfluramina y derivados, sobre la cual la misma compañía farmacéutica que lo produce advierte que sólo se debe indicar a personas en las que el nivel de obesidad constituya un riesgo inminente de salud y que nunca se deben tomar por más de tres meses. La Efedrina, presente en un gran número de estas píldoras, es un medicamento altamente peligroso que ha sido relacionado a muertes por ataques cardíacos, convulsiones, derrame cerebral, etc. La mayoría de anorexígenos -sustancias supresoras del apetito- presentan un parentesco cercano con las anfetaminas y pueden por consiguiente causar sus mismos inconvenientes -entiéndase primero tolerancia, segundo farmacodependencia o adicción.

Lo más novedoso en el mercado dominicano es el Xenical (Orlistat), que a pesar de sus riesgos, efectos secundarios y elevadísimo precio (RD$ 2, 329 el frasco de 34 pastillas) se empieza a vender como pan caliente. También están los compuestos y medicamentos “naturales” como el picolinato de cromo, el Fat Burner y muchos otros -con frecuencia básicamente purgantes- a lo que habría que agregar la verdadera epidemia de clínicas, centros y programas dietéticos que promueven todo tipo de sustancias “milagrosas”, capaces de hacer perder “hasta 30 lbs. en 30 días, sin dietas ni ejercicios”, como reza una bien conocida propaganda.


El problema de la autoimagen corporal

Como bien sabemos, el fenómeno que nos ocupa hoy afecta fundamentalmente a mujeres y niñas. Aún en el caso de las cirugías plásticas, donde tanto se destaca el incremento en hombres, en los EEUU éstos constituyen apenas el 9% de los casos . De la misma manera, las mujeres y las niñas constituyen entre el 90-95% de los casos de anorexia y bulimia . Según el Instituto de Salud Mental de los EEUU, una de cada 100 niñas adolescentes sufre de anorexia y 4% de bulimia, en tanto que un 15% adicional presenta “trastornos significativos” en sus actitudes y comportamientos alimentarios. Clasificadas por la Asociación Psiquiátrica Norteamericana como patologías mentales, la anorexia y la bulimia presentan las más altas tasas de mortalidad de todas las enfermedades siquiátricas: uno de cada diez casos resulta en fallecimiento por desnutrición, insuficiencia cardíaca o suicidio . A pesar de la ausencia de estadísticas nacionales al respecto, las advertencias cada vez más frecuentes de profesionales del comportamiento respecto al galopante incremento en el número de casos registrados en la República Dominicana desmienten la noción de que los trastornos alimentarios son un problema exclusivo de los países desarrollados.

El evidente paralelo entre la expansión de la industria de la dieta y el incremento acelerado de los trastornos alimentarios remite con claridad meridiana al problema de autoimagen corporal que subyace todo el fenómeno de la belleza . Las imágenes corporales que promueve la publicidad de la industria de la belleza y que saturan cotidianamente los medios de comunicación no se corresponden ni con la realidad social ni con la naturaleza biológica del cuerpo de la mujer, con sus formas reales y sus proporciones naturales. Y no solamente porque el modelo único “ideal” ignora la diversidad natural de nuestros cuerpos, de nuestras razas, formas y edades, sino también porque ignora el hecho de que las mujeres tenemos un patrón genéticamente determinado de acumulación de grasa , que se expresa de maneras diferentes a lo largo de nuestras vidas y que no guarda relación con el modelo de esbeltez pre-núbil que se promociona como standard de belleza femenina universal en la actualidad. En efecto, uno de los criterios para el diagnóstico clínico de la Anorexia Nerviosa es un peso corporal inferior en un 15% o más a lo considerado médicamente normal, siendo ésta justamente la talla característica de las modelos de pasarela y de revistas, de las participantes en concursos de belleza, y demás parangones de belleza promovidos por los medios . La delgadez no sólo representa belleza, sino que además ha sido convertida en símbolo de éxito personal, de estatus social y de autocontrol de la mujer. Los medios de comunicación divulgan esta imagen de delgadez vinculándola a la felicidad y al amor, lo que lleva a una internalización cada vez más profunda y temprana de este modelo, que se nos vende como algo realizable y al alcance de toda mujer.

La realidad, por supuesto, es que la imagen corporal y el modelo de belleza que nos venden -empezando a la más temprana edad con la muñeca Barbie y sus proporciones inhumanas- no solamente que son inalcanzables para la mayoría de las mujeres, sino que además son dañinos para la salud, sobre todo cuando la búsqueda de estas dimensiones pasa por las dietas artificiales y las liposucciones. El hecho de que las Páginas Amarillas de Santo Domingo Registren apenas 4 médicos nutricionistas (versus 63 clínicas de estética y 49 cirujanos plásticos) es un indicador de cómo los comportamientos autodestructivos en pos de la belleza se han vuelto, más que aceptables, social y culturalmente normativos .

De más está decir que con este análisis no estoy haciendo una apología de la gordura, ni ignorando que la obesidad se ha convertido en un grave problema de salud para los sectores privilegiados de la población mundial. El objetivo, por el contrario, es contrastar las proporciones naturales de un cuerpo normal y sano con la delgadez desnutrida y enfermiza que nos plantea el modelo de belleza prevaleciente. Además de inducir a niñas y mujeres a comportamientos dietéticos autodestructivos, estas imágenes corporales distorsionadas incitan a la forma más insólita de violencia contra nuestros cuerpos: la automutilación, que sólo eso son las cirugías “estéticas”. Y este modelo insano, inhumano y profundamente racista se va volviendo progresivamente hegemónico y continúa expandiéndose a todos los rincones de la tierra, gracias a la globalización de patrones culturales homogéneos promovidos por la expansión y el desarrollo de los medios de comunicación y el comercio mundial.

Pero además de las consideraciones en torno a la salud física, debemos tomar en cuenta el impacto de este modelo sobre el bienestar emocional y social de las mujeres. Cuando antes hablaba de empoderamiento en la esfera pública y desempoderamiento en la privada me refería, entre otras cosas, a las dinámicas que rigen la autoestima femenina. Mientras a los hombres se les reconoce y estima socialmente en función de sus hechos y logros, a las mujeres se nos sigue reconociendo fundamentalmente en función de lo que somos, y esto se define cada vez más en función de nuestra apariencia. Pero mientras lo que hacemos depende de nosotr@s mism@s, el reconocimiento basado en la apariencia física no depende de nosotras, está fuera de nuestro control -y, por tanto, nos resta control y nos genera inseguridad. Y es esta inseguridad la que pauta el desarrollo de la autoestima de ese 40% de niñas que ya a los 9-10 años están haciendo dieta , o de ese 87% de mujeres adultas que desea perder peso . La trampa está echada: nos valoramos a nosotras mismas en función de una valoración externa que en gran medida depende de cuánto nos aproximamos a un ideal de belleza irrealista, inhumano y en la mayoría de los casos inalcanzable. El resultado es catastrófico para nuestra autoestima -y, por tanto, para nuestro empoderamiento personal- pero inmejorable para la industria de la belleza, que se alimenta de nuestras inseguridades en cuanto a la apariencia y crece a costa de agravarlas . Es ahora cuando más oportuna resulta la vieja frase de Simone De Beauvior: “Perder la confianza en su propio cuerpo es perder la confianza en sí misma”.


Conclusión
Como señalaba al comienzo, la gran paradoja es que la enorme expansión de la industria de la belleza haya ocurrido simultáneamente con los procesos de empoderamiento político y social de las mujeres en las últimas décadas del siglo XX. Desde la perspectiva de este análisis, esta expansión ha tenido el efecto de una táctica de contrainsurgencia: mientras nos empoderamos a nivel colectivo (en la esfera pública), nos desempoderamos a nivel individual (en lo privado), entregándonos mansamente a la tiranía de los modelos impuestos, despolitizando nuestros esfuerzos de superación personal, canalizando nuestras energías hacia objetivos que están fuera de nuestro control y auto-devaluándonos ante la imposibilidad de alcanzarlos. Creo que, como activistas por la salud y los derechos de las mujeres, el problema nos plantea enormes retos, entre los que cabe destacar:

1) Promover el abordaje de la problemática de la belleza desde el análisis político feminista del cuerpo como eje fundamental de la opresión de la mujer, definiendo el desarrollo de nuestra autoestima corporal como un asunto de interés político colectivo, no como una cuestión privada e individual. En esta época en que tanto se habla de nuestros logros y avances, no podemos seguir postergando la ampliación de nuestras estrategias políticas para darle al cuerpo, a la sexualidad y a los hechos de la vida privada la importancia central que tienen en nuestra subordinación.

2) Demandar controles y regulaciones apropiadas para la protección de las mujeres frente a los peligros, excesos y abusos de la industria de la belleza, en dos vertientes: primero, en lo referido a los riesgos de salud que suponen las cirugías estéticas, las píldoras y tratamientos para perder peso, el uso de inyecciones de Botox y colágeno, las dermabrasiones y otros procedimientos; y, segundo, como consumidoras de bienes y servicios muy costosos, promocionados en base a premisas y promesas falsas (los productos rejuvenecedores, los tratamientos “científicos” que ofrecen las clínicas de estética, las “dietas mágicas”, algunos procedimientos quirúrgicos, etc.).

3) Darle mayor prioridad a la reconceptualización de la belleza desde una perspectiva integral que enfatice los aspectos de salud (no uso de drogas y tabaco, buena nutrición, ejercicio) y que reconozca las diversidades de raza, edad y cultura. Una perspectiva, en fin, que revalorice a las mujeres, su dignidad y su fuerza, en lugar de inducirlas a subsumir su bienestar, su autoestima y hasta sus vidas en la búsqueda obsesiva de una imagen corporal que las objetiviza, las trivializa y las desempodera.

Notas sueltas sobre el negativismo sexual de la cultura occidental

(texto principal de referencia: Ranke-Heineman, Uta. 1994. Eunucos por el Reino de los Cielos. La Iglesia Católica y la Sexualidad. Editorial Trota, Madrid)

Rasgos dominantes de la perspectiva cristiana:

-Asociación del sexo con el pecado, lujuria, degradación y desenfreno;
-Exaltación de la virginidad y la castidad
-Equivalencia de la virtud y la moralidad con la sexualidad

-AGUSTIN: sexo = pecado = muerte
Celibato = maxima virtud cristiana

-El dogma agustiniano del pecado original: el ser humano es por naturaleza pecador, un ser “caído”, y el origen de esta caída es el deseo sexual. Según la interpretación que Agustín hace del Génesis, este “pecado original” es transmitido a toda la humanidad por medio del semen. Esta será la versión oficial de la Iglesia católica hasta nuestros días.

-A Agustín le debemos la desexualización del amor, la escisión amor-sexualidad (que deriva inevitablemente de la noción de que el amor es bueno pero la sexualidad es pecaminosa)

-Según Agustín, Adán y Eva eran como ángeles porque en el paraíso no había lujuria sensual: “No había deseo ni coito, no existía la concepción ni el parto, ni ninguna forma de corrupción”

Los antiguos hebreos fueron los primeros en asociar la sexualidad con la moral (que en Grecia y Roma, por ejemplo, era una cuestión cívica. Es decir, no había concepto de pecado sexual, sino de infracción de las leyes que rigen la sexualidad). Los hebreos antiguos fueron los primeros en relacionar la sexualidad con la maldad y en restringirla estrictamente a actividades procreativas dentro del matrimonio: el criterio era la procreación y la regulación patriarcal de la misma.

Pero a diferencia de los cristianos, para los judíos la virtud sexual consistía en cumplir la Ley divina (el Torah), no en controlar la sexualidad o erradicar el deseo. El judaísmo nunca fue ascético, nunca promovió el celibato ni la condena absoluta de la sexualidad. Ese elemento los cristianos lo recogieron de los estoicos y los gnósticos, filosofías populares en el mundo occidental (de cultura helénica) en los siglos previos a y primeros del cristianismo.

Los cristianos no inventan el pesimismo sexual, pero lo adoptan, codifican y difunden sistemáticamente a lo largo de dos milenios. Es así como, para el S. IV, la virginidad y el celibato (“una costumbre pagana obsoleta”) se han convertido en la máxima virtud cristiana.


Vinculo ascetismo-misoginia:

-La mujer es más carnal, es la tentadora, la que induce al pecado. (etimología de fémina: fe y minus, porque la mujer es que la siente y defiende menos la fe)

-AGUSTIN: el esposo a su esposa “la ama porque es persona y la odia porque es mujer”

-Tomás de Aquino: “Porque en las mujeres hay más cantidad de agua, por eso pueden ser seducidas más fácilmente al placer sexual”; resistir el placer sexual les resulta más difícil porque las mujeres poseen “menos fuerza de espíritu”; el varón tiene una razón “más perfecta” y una virtud “más robusta” (ver Ranke, p.172, 173)

-Elemento central de este discurso es la noción de la mujer como artículo de placer (y su única función válida es la reproducción).

En este esquema, la maternidad se concibe en términos que deshumanizan a la mujer, en la medida en que su única utilidad, según Agustín, es la reproducción (ver Ranke, p.83). Como reitera la encíclica Castii Conubi (1930), la maternidad es “para la esposa de mente sana, la cima de los deseos”.

-La justificación y soporte teológico de este discurso lo da Tomás de Aquino: la mujer es un varón fallido, defectuoso, “mutilado”; la mujer es un defecto “que no se corresponde con la intención de la naturaleza”. El hombre es activo, la mujer pasiva (donde la actividad “le confiere al varón mayor dignidad”); el padre procrea, la madre únicamente nutre su semilla.

Oposición carne-espíritu (placer sexual vs. gracia):

AGUSTIN: El placer sexual es pecado “porque procede del pecado y empuja al pecado”
-“Lo que no puede realizarse sin placer no debe, sin embargo, realizarse por placer”
-“…es buena la relación sexual que se realiza con recta intención (léase: el hijo); pero es pecado si los esposos se entregan al placer” (por tanto, aún entre esposos que no estén tratando de evitar el embarazo, el sexo puede ser pecado cuando uno se entrega al placer “sin medida”)

-AGUSTIN: “Estoy convencido de que nada saca con más facilidad al espíritu de un hombre de la altura que los halagos femeninos y aquellos contactos de los cuerpos, sin los cuales un marido no puede poseer a su esposa”

-Agustín sobre por qué el diablo tentó a Eva y no a Adán: porque el demonio interpeló primero “a la parte inferior de la primera pareja humana”, porque creyó que “el varón no sería tan crédulo, y que se le podía engañar más fácilmente mediante la condescendencia frente al error ajeno (de Eva) que mediante su propio yerro … Mientras ella aceptó como verdad las palabras de la serpiente, él quiso permanecer unido con su única compañera, incluso en la comunidad del pecado”. MORALEJA: el amor a la mujer arrastra el marido a la ruina.

-TOMÁS DE AQUINO: “La continencia permanente es necesaria para la religiosidad perfecta”

Particular repulsa de los célibes frente a las mujeres: Desde la perspectiva de la negatividad sexual y la misoginia, la mujer es el enemigo por antonomasia de toda teología celibataria (Ranke)

Castii Conubi (1930) se refiere al placer sexual en estos términos: “idolatría de la carne”, “bochornosa esclavitud de la concupiscencia”, “vituperio a la dignidad humana”

-Recordar que a lo largo de dos milenios –y hasta finales del siglo XIX- los principales teólogos católicos se la pasaron debatiendo si el placer sexual entre esposos (aún para fines de concebir) constituía o no un pecado venial


Ranke-Heinemann: Juan Pablo II y la cópula por placer:

-Ranke, p.256: “Uno no puede quitarse de encima la impresión de que la constante insistencia en el hijo como primer fin del matrimonio no tiene al hijo como punto principal de mira, sino que más bien pretende cultivar (la obsesión) de los celibatarios: el objetivo de que los casados se abstengan de realizar la cópula conyugal”

Juan Pablo II sigue considerando la anticoncepción “artificial” como una “grave afrenta a la dignidad humana”, para lo cual cita y reitera la encíclica “de la píldora” de Paulo VI:

“El dominio del instinto mediante la razón y la libre voluntad impone indudablemente una cierta ascesis a fin de que las manifestaciones afectivas de la vida conyugal tengan lugar según el recto orden, especialmente en lo tocante a la observancia de la abstinencia periódica… Pero esta disciplina, propia de la castidad de los esposos, lejos de dañar el amor conyugal, le confiere un valor humano más elevado. Sin duda, exige un esfuerzo contínuo, pero –gracias a su influjo benéfico- los esposos desarrollan de forma integral su personalidad, enriqueciéndose con valores espirituales”

MUJER, SEXUALIDAD Y MAL EN LA FILOSOFIA CONTEMPORANEA1

Alicia H. Puleo
Cátedra de Estudios de Género
Universidad de Valladolid

Género, sexualidad y poder mantienen estrechas y a menudo oscuras
relaciones. Un ejemplo de ello es la contraposición, en los medios
intelectuales y periodísticos franceses, de una caricatura de la feminista
anglosajona "puritana y represora", y de una francesa "liberada" que conoce
las artes de la seducción heterosexual. Estas imágenes son utilizadas como
armas retóricas contra las reivindicaciones de igualdad de las mujeres2.

Conviene observar, asimismo, la proliferación de la mujer fatal en los
anuncios publicitarios de Occidente. Se trata de una renovación de esta
vieja imagen, ahora cibernética y adolescente. Ser perversa es la nueva
propuesta del patriarcado a las jóvenes rebeldes3. Parece, pues,
pertinente, volver a examinar las conceptualizaciones de mujer, sexualidad y
mal.

En una defensa de las mujeres ya muy lejana, el filósofo renacentista
Agrippa Von Nettesheim acumuló argumentos frente a la maligna Eva siempre
recordada por los tratados misóginos de su época: las mujeres son más
castas y más benevolentes, los crímenes y las guerras suelen ser propios de
los varones, etc 4. Su interés no fue únicamente teórico. Mago y astrólogo
de los príncipes europeos del siglo XV, salvó de la hoguera inquisitorial a
una campesina acusada de brujería. Dos siglos y medio más tarde, apagados
ya los fuegos del Santo Oficio, todavía habría tenido, sin embargo, que
continuar batallando contra una nueva identificación de Mujer y Mal. A
finales del siglo XIX, la misoginia recupera su máxima virulencia pero,
esta vez, su discurso ya no es religioso. En una sociedad crecientemente
secularizada, la ciencia asume el relevo y presta su apoyo al prejuicio
sexista. Se produce una vez más, entonces, lo que ya denunciara el
cartesiano Poulain de la Barre en el siglo XVII: "Lo que confirma al vulgo
en las ideas que tiene sobre las mujeres es que se ve apoyado por la
convicción de los sabios. (...) Al ver que los Poetas, los Oradores, los
Historiadores y los Filósofos declaran también que las mujeres son
inferiores a los hombres, menos nobles y menos perfectas, (la gente común)
se persuade aún más (de ello) porque ignora que su saber consiste en el
mismo prejuicio que el suyo, sólo que más amplio y distinguido"5.

En las últimas décadas del siglo XIX y a principios del XX, el arte y
la literatura multiplican las representaciones de la perversidad de la
Mujer. Una sexualidad femenina amenazante se insinúa en la pintura, la
escultura, la novela y la poesía. Las flores del mal baudelaireanas se
abren y proliferan en la cultura de la época. Las Ménades y Salomé pueblan
la fantasía de los artistas, los intelectuales y su público. La Mujer es
representada una y mil veces como fuerza ciega de la Naturaleza, realidad
seductora pero indiferenciada, ninfa insaciable, virgen equívoca,
prostituta que vampiriza a los hombres, belleza reptiliana, primitiva y
fatal. Hoy, con el predominio de la pintura no figurativa este fenómeno
pervive en la publicidad y en producciones cinematográficas, a menudo
destinadas al consumo de masas.

¿A qué se debe esta asombrosa proliferación de representaciones de la
amenazante sexualidad femenina?

Distintas respuestas han sido dadas a este interrogante. Bram
Dijkstra, en un documentado estudio sobre el arte de fin de siglo6, se
muestra convencido de que se trató de una "guerra contra la mujer", guerra
suscitada por la imposibilidad de que ésta se plegara completamente al
ideal de "angel del hogar" de la primera mitad del XIX. Además de
constituir una fuente de excitación y placer masculinos, estas imágenes
serían un aviso de los peligros que, supuestamente, amenazan al varón
decimonónico occidental: "razas inferiores", "clases inferiores" y mujeres
son percibidas como naturaleza primitiva capaz de destruir la civilización.
La particular aplicación de la teoría de la evolución al análisis de
fenómenos tales como el colonialismo, el capitalismo y el patriarcado
_darwinismo social_ conduce a esta amalgama en la que el oprimido adquiere
perfiles bestiales y demoníacos. Sexismo, clasismo y racismo coinciden en
la adjudicación de los mismos rasgos al individuo sometido: animalidad y
sensualidad portadoras del caos.

Para Dijkstra, se trata de un claro mecanismo de dominación que posee
dos funciones: justifica la discriminación y explotación practicadas sobre
ciertos grupos y canaliza sobre fáciles chivos expiatorios la ansiedad y
frustración generadas por las transformaciones capitalistas. La misoginia y
el odio al judío estarán, así, estrechamente unidos en este período que
anuncia el genocidio posterior.

Existe otra interpretación del curioso fenómeno finisecular de
representación obsesiva de un inquietante erotismo femenino. Diego Romero
de Solís se inclina por considerar que se trataría del descubrimiento
fascinado de la sexualidad femenina, unido al ancestral temor que el hombre
siente por la Mujer, miedo producido por la estrecha relación de la mujer
con los procesos de la vida y la muerte. La Mujer emerge como secreto
largamente ocultado, como fuerza dionisíaca deseada y temida al mismo
tiempo. De esta forma, "la sexualidad de la mujer irrumpe en el final de
siglo como un proyecto de liberación" 7, y "ahora, en nuestro propio final
de siglo, se proclama su triunfo y la promesa de un futuro esencialmente
femenino, con una nueva transformación de los valores, con una nueva
utopía". La proliferación de imágenes de la sexualidad femenina amenazante
marcaría el comienzo del fin de una larga historia de represión del placer
sexual y, en especial del goce femenino.

Si la hipótesis de B. Dijkstra se enmarca en los análisis feministas
iniciados por Kate Millet con su Política sexual8 de 1970, la de D. Romero de
Solís puede ser relacionada con las teorías de Jung, con algunas
manifestaciones surrealistas y con la crítica a la Modernidad realizada por
la Escuela de Frankfurt. Se perciben filiaciones junguianas en la
afirmación de que el miedo a la mujer latente en el inconsciente colectivo
masculino generaría la política sexista. En cuanto al surrealismo,
recordemos que André Breton anunciaba en Arcano 17 el fin del dominio
masculino y el advenimiento de una sociedad futura encarnada, por el
momento, en la Femme-enfant y sus poderes intuitivos, en el cuerpo sensual
que vence al destructor y corrupto racionalismo de la Modernidad.
Finalmente, observemos, en lo que se refiere a la filiación frankfurtiana,
que en su célebre Dialéctica de la Ilustración, Horkheimer y Adorno
denunciaban el proceso histórico de represión de la Naturaleza interna y
externa masculina llevada a cabo por la razón occidental junto con la
opresión de las mujeres.

Intentaré aportar algunas breves consideraciones que me inclinan a no
compartir la visión optimista de D. Romero de Solís. Lo haré, no ya desde
la estética y la Historia del Arte, sino desde el estudio de la
conceptualización de la mujer y la sexualidad en algunos filósofos
contemporáneos que trataron especialmente el tema.

Caracterización ontológica de la sexualidad como el Mal


¿Curiosamente?, la sexualidad no ha sido un tema excesivamente
transitado por la Filosofía. En la Antigüedad, podemos citar El Banquete de
Platón. Pero, como señala Michel Foucault en Historia de la sexualidad9, para
los griegos, la sexualidad era sólo un aspecto entre otros muchos de la
vida del hombre. Los tratados de Dietética incluían entre sus consejos para
una vida sana y equilibrada los referidos a la práctica de los afrodisia
(actos que procuran el placer sexual). Hasta la llegada del cristianismo,
la noción de pecado es ajena al erotismo. Sólo se recomendaba la mesura
(sophrosune), tal como se hacía con los placeres de la buena mesa. El deseo
sexual no era aún la "verdad del sujeto".

Con la filosofía contemporánea, la sexualidad es elevada a fundamento
ontológico. Los diálogos porno-filosófico-políticos del tocador sadiano son
el primer signo inequívoco de esta transformación total en la valoración
del deseo erótico10. La crisis del optimismo racionalista se halla ligada a
este ascenso de la sexualidad en las preocupaciones filosóficas. La razón
desespera en su búsqueda de un sentido trascendente. El hombre se descubre
abandonado en un mundo caótico, sometido a las leyes de la Naturaleza y
albergando en el interior de su propio ser un núcleo irreductible de
Naturaleza.

Con el pesimismo de Schopenhauer y de su discípulo Edward Von
Hartmann, la sexualidad se transforma en revelación de la Voluntad de Vivir
o Uno-Inconsciente. La esencia de la realidad, generalmente oculta tras la
apariencia nouménica o velo de Maya, es una fuerza ciega _Voluntad_. Esta
energía constituye la sustancia de todo cuanto existe. Es la esencia del
Universo y la descubrimos a través de la introspección. Se manifiesta en
toda su salvaje obstinación en el acto sexual. Dado que la vida es
concebida como una tragedia (el final es siempre la muerte y el dolor y el
hastío predominan sobre los breves momentos de placer), el acto sexual es
una traición de los amantes al hijo que vendrá. Implica la continuidad de
la cadena de la vida, es decir, del dolor. Puesto que la Vida es el Mal, la
sexualidad es el Mal que impide el final del sufrimiento. En el suplemento
a El Mundo como Voluntad y representación, titulado "Metafísica de la
sexualidad", Schopenhauer afirma que las mujeres son la trampa que la
especie pone al individuo para reproducirse. Sin menoscabo del gran valor
del conjunto de la filosofía schopenhaueriana, puede decirse que la
popularidad que adquirió su obra se debió, en una parte no desdeñable, a su
conceptualización de la mujer y la sexualidad. Tras la joven seductora se
esconde una madre que, inconscientemente, contribuirá a la cadena del dolor
con nuevas víctimas. El acto ético será, pues, el ascetismo.

A idéntica conclusión llega, a principios del siglo XX, Otto
Weininger en su obra Sexo y carácter (1902). Las mujeres son la sexualidad
misma y deben, como el abyecto y femenino judío, desaparecer. Por ellas
existe el falo, es decir, el deseo masculino que precipita a los hombres al
abismo de la animalidad. Judío él mismo, y coherente con sus teorías _rasgo
meritorio y muy difícil de encontrar_, Weininger se suicidó pocos meses
después de la publicación de este libro tan admirado por la intelectualidad
europea y americana (en Austria se han hecho más de cincuenta ediciones).

Pero no siempre la identificación de sexualidad y Mal conduce a la
propuesta de un ascetismo liberador. Uno de los teóricos del erotismo más
reconocidos, Georges Bataille, parte, justamente, de una aceptación de la
sexualidad como Mal para _en clave nietzscheana_ proponer una "transgresión
soberana" como superación de los límites de la sociedad burguesa. Es
imposible resumir en estas pocas líneas la complejidad del pensamiento de
Bataille sobre este tema11. Simplemente, me interesa destacar aquí que,
recuperando las tesis del marqués de Sade, Bataille plantea la necesidad de
asumir el Mal para recuperar la vivencia de la soberanía, experiencia
perdida en un mundo de razón instrumental capitalista e igualdad
democrática ante la ley. El erotismo sado-masoquista constituye, de esta
manera, un sustituto ritual del impulso ontológico de negación del Otro, es
decir, del crimen prohibido por la sociedad. El acto sexual es asimilado a
la violación, a la negación de los límites que configuran la identidad del
objeto de deseo. El Mal es, entonces, liberador, y otorga al hombre la
animalidad sagrada o rango de "naturaleza transfigurada", que no es simple
inmediatez natural sino asunción consciente de la energía instintiva
reprimida por las normas culturales. Dado que, por lo general, el respeto
de los derechos individuales impide la utilización de las personas como
medios, es necesario que exista un grupo especial hacia el que pueda
canalizarse el deseo destructivo. Este grupo es el de las prostitutas,
objeto paradigmático del deseo masculino que permite que el varón acceda a
la experiencia de la liberación con respecto a las miserias cotidianas del
mundo de la necesidad. La prostituta es el objeto del erotismo. Su cuerpo
semi-desnudo evoca tanto el horror de la Naturaleza viscosa en donde se
gesta la vida y la muerte como, en las pocas prendas que la cubren, el
vestigio de la civilización y de sus prohibiciones transgredidas. El objeto
de deseo del erotismo es esta naturaleza "maldita".

La sexualidad como Naturaleza buena

Si los herederos de Hobbes enfatizaban la negatividad del deseo
erótico, los de Rousseau insistirán en su bondad. Wilhem Reich puede ser
considerado el máximo exponente de esta conceptualización de la
sexualidad. La ruptura de Reich con Freud se consumó cuando este último
llegó al convencimiento de la existencia de una pulsión de agresión. Para
Reich, sadismo y masoquismo son fruto de deformaciones libidinales
inducidas por la sociedad. El plano profundo de la estructura psíquica
esconde la sociabilidad y sexualidad naturales así como la capacidad de
placer y amor. El inconsciente freudiano (agresividad, sadismo, perversión,
etc.) sólo es un plano medio producido por la represión. La potencia
liberadora del orgasmo es, según Reich, capaz de disolver la
superestructura caracterológica de autodominio y sociabilidad artificial
que funciona como máscara encubridora de la agresividad. La liberación
sexual conduce a la revolución política. En 1951, Reich supera
definitivamente el campo psicológico y terapéutico para lanzarse a la
especulación metafísica: afirma haber descubierto "la materia primordial"
constitutiva de la totalidad de los entes. Es la energía sexual u "orgón".
En una teoría que deja entrever cierto parentesco con el idealismo alemán,
sostiene que esta energía cósmica tomó poco a poco conciencia de sí,
perdiendo su espontaneidad emocional y sepultando las fuerzas biológicas
libres del matriarcado originario bajo la estructura caracterológica
represora patriarcal.

Influido por Reich y en la línea del agudo análisis de la dialéctica
de la Ilustración de Adorno y Horkheimer, Marcuse ve en las mujeres a las
representantes de Eros, al nuevo sujeto revolucionario, esperanza de la
humanidad. En una conferencia pronunciada en 1974, en plena efervescencia
de la segunda ola del feminismo, el filósofo previene a las mujeres sobre
las influencias nefastas del abandono de las cualidades femeninas y la
adopción acrítica de la razón instrumental propia del patriarcado. La
Mujer, vinculada históricamente a la Naturaleza, es la única capaz de
reconciliar al Hombre con ésta, en un mundo vaciado de sentido. Por ello,
el colectivo femenino debe mantenerse deliberadamente alejado del poder. En
su particular versión de la teoría hegeliana del progreso de la humanidad,
el patriarcado y la represión de la sexualidad son el necesario momento de
la negación previo a un futuro de sublimación no represiva y abolición del
sometimiento de las mujeres. Como para el padre del surrealismo, el futuro
será femenino y permitirá "el retorno de lo reprimido".

Mediadoras hacia el Bien y hacia el Mal

Vemos, pues, que la proliferación de inquietantes imágenes de la
sexualidad femenina desde finales del siglo XIX tiene un correlato en el
incremento del interés filosófico por el tema.
No considero que la línea tanática de interpretación de la sexualidad
esconda un impulso liberador o sea producto de un temor ancestral hacia los
estratos en que la Vida muestra su complicidad con la muerte. La sexualidad
amenazante femenina de las representaciones artísticas y de las teorías
filosóficas surge como reacción a las primeras reivindicaciones feministas.
Pero éstas son peticiones de igualdad político-social y no una explosión
dionisíaca de los instintos. No es una casualidad si, junto con la
aparición del paradigma de igualdad de las democracias modernas, se
popularizan las teorías de los médicos-filósofos sobre la completa
dependencia del cerebro femenino a las exigencias reproductivas. La misión
de madre excluirá de la ciudadanía y del acceso a los estudios superiores.
Estas teorías, originadas a mediados del siglo XVIII, en plena Ilustración,
desarrolladas durante el XIX y continuadas en la doctrina de la envidia del
pene freudiana, tenían una función claramente discriminatoria. Las teorías
de la inferioridad femenina de Schopenhauer no se deben, como a veces suele
suponerse, a que el pobre filósofo no conocía mujeres inteligentes y
cultas. Muy por el contrario, un mínimo conocimiento de su biografía nos
muestra que constituyen el rechazo a la figura de la ilustrada, figura
encarnada por su propia madre, escritora de renombre que presidía un salón
literario al que asistía el mismo Goethe12. Las extremas manifestaciones de
misoginia de O. Weininger coinciden con un momento cúspide del sufragismo,
movimiento que este autor consideró promovido por individuos intersexuales,
mujeres viriles que, con su iniciativa masculina, arrastraban al activismo
a otras mujeres normales. Una lograda plasmación literaria de esta
explicación biologicista del sufragismo es la novela Las bostonianas de Henry
James. La prostituta como Naturaleza maldita imprescindible para el
sentimiento de soberanía masculino es el contramodelo de la mujer que, en
el siglo XX, comienza a acceder a profesiones y empleos, y con ello, según
Bataille, pierde la sensualidad, masculinizándose.

Si, según una interpretación de corte psicoanalítico, el miedo a la
mujer genera la política sexista, por el contrario, desde una lectura
vinculada a las teorías de la colonización, es la política sexista la que
genera el miedo al oprimido. El indígena, la Mujer, el animal son
demonizados para que su dominación aparezca como legítima. La peligrosidad
del oprimido justifica, así, el control y/o la eliminación. Este proceso o
se produce a nivel consciente sino que constituye el fondo de convicciones
de una sociedad colonialista, sexista o exageradamente antropocéntrica.
Las peculiaridades del Otro, naturales (menstruación interpretada
como impureza, por ejemplo) o construidas en el proceso de dominación
(hipocresía y superficialidad de las mujeres, etc.) son ontologizadas y
convertidas en pruebas de la inferioridad y peligrosidad del sometido. La
perversa mujer insaciable es una creación masculina que justifica la
opresión y el control. Recordemos, como caso paradigmático, que las
amputaciones sexuales rituales (excisión e infibulación) que sufren, según
datos de la OMS, más de cien millones de mujeres en el mundo, son
justificadas por el carácter lascivo e inagotable de la sexualidad femenina
natural.

La segunda figura de la Otredad femenina o sexualidad natural
positivamente connotada no contiene la misoginia de la primera. Podría, más
bien, ser la continuación contemporánea del discurso de la excelencia de
las mujeres del bienintencionado Agrippa de Nettesheim. Las teorías que la
sustentan contienen interesantes análisis de la constitución de la
masculinidad como razón instrumental y están animadas por ese soplo de
solidaridad transformadora que les ha valido la adhesión de un cierto
número de pensadoras feministas. Sin embargo, en su exaltación del retorno
de lo reprimido, también vincula a las mujeres con una naturaleza pulsional
primitiva, aunque, esta vez, se preconice su recuperación y se ensalcen sus
virtudes. Como señala Cèlia Amorós13 , en la búsqueda de un nuevo sujeto
revolucionario, se apela, así, a un realismo de los universales. Las
mujeres en toda su variedad de individuos son transformadas en la Mujer con
cualidades esenciales redentoras. Una de las características de la
constitución del Otro en tanto lo Otro de lo Uno _sujeto que enuncia_ es,
justamente, negarle la individualidad.

Así, resulta interesante observar que en las diferentes teorías
examinadas existe una constante reificación de las cualidades atribuídas a
las mujeres. Predomina la identificación de la mujer con la Naturaleza y la
sexualidad, en unos casos condenada, en otros ensalzada. Mujer y sexualidad
son concebidas como mediación hacia la servidumbre o hacia la libertad del
individuo. Esto no debe asombrarnos. La función mediadora de la figura
femenina es muy antigua y durante muchos siglos se articuló en el lenguaje
religioso. Eva, causante de la Caída, representaba la sensualidad seductora
inspirada por la serpiente. María, su contrapartida, era venerada como la
mediadora por excelencia entre la vida terrena y el Dios que aseguraba la
salvación eterna.

Finalmente, desearía hacer una última consideración sobre la
multiplicación de representaciones artísticas y discursos científicos y
filosóficos sobre la sexualidad femenina desde finales del XIX hasta
nuestros días. Si bien es cierto que la revolución sexual ha significado el
reconocimiento del derecho al placer para las mujeres, también, desde la
teoría feminista se ha subrayado el carácter androcéntrico de los nuevos
credos, usos y costumbres. Si Foucault denunciaba el "dispositivo de
sexualidad" de la Modernidad como construcción-control-incitación social de
las identidades sexuales, esta sospecha adquiere aún mucho más fundamento
cuando examinamos el caso del colectivo femenino14 . El sensual (en
ocasiones, pornográfico) modelo femenino post-revolución sexual es también
_como lo era el puritano angel del hogar_ una proyección del deseo
masculino. El discurso filosófico y científico, el arte y, a nivel popular,
los medios de comunicación de masas establecen y normalizan este nuevo
modelo en lo que puede ser considerado una nueva forma de configuración y
control patriarcales del cuerpo y la sexualidad femeninos15.

Esta constatación no significa que debamos rechazar las conquistas de
la revolución sexual y abominar de ella. Implica, simplemente, un
distanciamiento crítico prudente con respecto a una identidad, una imagen y
una sexualidad que ni han sido creadas por las propias mujeres en su praxis
liberadora ni tampoco, a mi juicio, anuncian el fin del patriarcado.


1. Una primera versión de este artículo fue publicada en Daimon. Revista de
Filosofía de la Universidad de Murcia nº14, enero-julio 1997.
2. Ver Joan Scott, "La querelle de las mujeres a finales del siglo XX", en
New Left Review, ed. Akal, Madrid, 2000, pp.97-116.
3. En su último libro, Germaine Greer hace esta misma observación con
respecto a las adolescentes británicas (La mujer completa, ed. Kairós,
Barcelona, 2000, pp.475-490).
4. Von Nettesheim, Agrippa, De l'excellence et de la supériorité de la femme,
Paris, Chez Louis, Libraire, 1801.
5. Poulain de la Barre, Sobre la igualdad de los sexos, en Puleo, Alicia H.,
Figuras del Otro en la Ilustración francesa. Diderot y otros autores, Madrid,
Escuela Libre Editorial, Fundación Once, 1996, pp.149-150.
6. Idolos de perversidad. La imagen de la mujer en la cultura de fin de siglo, trad.
Vicente Campos González, Madrid, Ed. Debate, 1994.
7. Romero de Solís, Diego, "El miedo a la mujer (arte, sexualidad y fin de
siglo)", Daimon. Revista de Filosofía nº14, enero-junio 1997, Universidad de
Murcia, pp.155-166
8. Obra emblemática de lectura siempre imprescindible reeditada por la
colección Feminismos de editorial Cátedra.
9. L'usage des plaisirs y Le souci de soi, vol. II y III de Histoire de la
sexualité, Paris, Gallimard, 1984. Hay traducción castellana en Siglo XXI.
10. Para un agudo análisis del pensamiento sadiano, ver Luisa Posada
1
Kubissa, "Un Gran Reserva francés contra el vino de mesa" rousseauniano" en
el libro de la misma autora titulado Sexo y Esencia. De esencialismos
encubiertos y esencialismos heredados: desde un feminismo nominalista (ed. horas y
Horas, Madrid, 1998).
11. Para un tratamiento crítico extenso de la teoría del erotismo de
Bataille y de la conceptualización de la sexualidad en otros autores, ver
Puleo, Alicia H., Dialéctica de la sexualidad. Género y sexo en la Filosofía
contemporánea, Madrid, Cátedra, 1994.
12. Puleo, A.H., Cómo leer a Schopenhauer, Madrid-Gijón, Júcar, 1991.
13. Hacia una crítica de la razón patriarcal, Barcelona, Anthropos, 1985, p.316.
Ver, de la misma autora, "Presentación (que intenta ser un esbozo del
status questionis)" en Celia Amorós (ed.), Feminismo y Filosofía, ed.
Síntesis, Madrid, 2000.
14. La crítica a la revolución sexual surgió tempranamente en las filas del
feminismo radical. Para una visión actual poco complaciente con la
pornografía y la objetificación sexual, ver MacKinnon, Catharine A., Hacia
una teoría feminista del Estado, trad. Eugenia Martín, Madrid, Cátedra, 1995,
pp.221-273. Ver también Sheyla Jeffreys, La herejía lesbiana. Una perspectiva
feminista de la revolución sexual lesbiana, trad. Heide Braun, Madrid, Cátedra,
1996.
15. Sobre la manipulación consciente y expresa de los guiones y las
imágenes femeninas en la producción cinematográfica y publicitaria
americana de los ochenta, con vistas a crear un modelo que sirviera de
freno a las reivindicaciones feministas de la década anterior, ver Faludi,
Susan, Reacción. La guerra no declarada contra la mujer moderna, Anagrama, 1993.
Con respecto a los estereotipos en el arte contemporáneo y la necesidad de
enseñar a descifrarlos como parte de una educación no sexista, ver Alario,
MªTeresa, "La imagen: un espejo distorsionador", en Alario Trigueros, Mª
Teresa, García Colmenares, Carmen (coord.), Persona, género y educación, ed.
Amarú, Salamanca, 1997, pp.87-112.

domingo, 20 de mayo de 2007

Los Trastornos de la Alimentación: una mirada sociocultural

www.nutrinfo.com.ar

Autora: Lic. Corina Inés Branda


"La cultura es un sistema de discriminaciones y evaluaciones...lo que también significa
que la cultura es un sistema de exclusión".
Edward W. Said


El cuerpo como construcción histórico-social

En todas las culturas, el cuerpo está atravesado por un sinnúmero de significaciones. Será en nuestro siglo cuando se irá consolidando la noción de que uno es en virtud de su cuerpo. El cuerpo es el depositario de la identidad personal. La apariencia se transforma así en la medida de valor del individuo en toda su totalidad. Esta vinculación del "self" con el cuerpo es propia de sociedades de corte individualista, en las cuales el cuerpo es un elemento aislable del sujeto dado que los hombres están separados unos de otros y poseen cierta autonomía en sus iniciativas y acciones. En las antípodas, se ubicarían las sociedades de tipo organicista, en las cuales el hombre es parte de un todo, ya sea la sociedad, el cosmos, la naturaleza, el grupo, siendo éstos más importantes que la parte, es decir el individuo. El cuerpo no existe como un elemento de individuación, pues el individuo no se distingue del grupo, y la existencia del hombre mismo implica muchas veces un juramento de fidelidad a un colectivo mayor que lo integra.

Todas las culturas han convertido al cuerpo en escenario de prácticas simbólicas vinculadas a las representaciones que cada sociedad tiene del mundo1. En nuestra época las prácticas de metamorfosis del cuerpo (prácticas que incluyen desde las cirugías plásticas, cosméticos, los servicios brindados por centros de estética y por gimnasios) persiguen incansablemente el objetivo de adaptarse a los dictados estéticos imperantes.
Esta poderosa industria de "fabricación de aspectos" le permite "aparentemente" al individuo un determinado control sobre su cuerpo, control que pareciera ser, en general, un indicador del control que el mismo ejerce sobre su propia vida. El logro de la delgadez en personas con patología alimentaria aumenta en ellas la confianza en sí mismas, su autoestima, sintiéndose poseedoras de un control total sobre sus cuerpos-vidas.

La gran diferencia con el pasado radica en la forma de transmisión y alcances de ciertos parámetros de estética (que fomentan los valores privilegiados por el mercado), al ser éstos difundidos de forma masiva por los medios de comunicación. "La poderosa maquinaria publicitaria universaliza la prescripción de los cuerpos deseables, en base a la construcción de estereotipos de belleza (...) Esta "naturalización" de ciertas propiedades corporales habitualmente nos hace olvidar algo que es harto evidente: que las propiedades corporales consideradas como legítimas o de referencia son construidas histórica (...) y socialmente"2.

La cultura occidental postindustrial se ha tornado cada vez más consciente del cuerpo y ha diseñado un amplio abanico de prácticas y representaciones que necesariamente implican un grado mayor de manipulación. Tanto para el hombre como para la mujer el cuerpo correcto es aquél cuerpo sano, delgado, fuerte, andrógino, es decir un cuerpo preparado para una sociedad altamente competitiva con determinados valores hegemónicos. Estos valores son: la belleza, la autonomía, el autocontrol, la juventud, el poder económico, entre los más ensalzados. Alcanzar este modelo de cuerpo y estos valores implica un incesante trabajo. “Este cuerpo se adquiere, no es un don de la biología. La mujer debe ser atlética porque éste es el símbolo de la competitividad. Su musculatura debe mostrar su capacidad agresiva, debe mostrarse masculinizada para alcanzar posiciones en el campo laboral aún a costa de sus caracteres biológicos ligados a la maternidad, función que, por otra parte le es exigida con la misma intensidad”3.

Vivimos insertos en una sociedad de mercado, que promueve ciertos valores e ideales estéticos. Así como en el mercado los individuos ofertan y demandan bienes y servicios, en una sociedad de mercado como la nuestra, las personas, igual que los objetos de consumo, deben perpetuarse en un nivel de deseabilidad, deseabilidad de ser consumidas para evitar ser descartadas y ser relegadas a una situación de total marginalidad. De esta manera, los individuos se deben producir como objetos vendibles en el mercado, el cual se torna cada vez más exigente, competitivo y contradictorio.

En este sentido, ser portador de un cuerpo esbelto, joven, sano, sobre el cual se ejerce cierto control no implica sólamente alcanzar determinados cánones estéticos, sino que trasunta la imperiosa necesidad que se le presenta al individuo de estar dentro de un mercado de consumo cada vez más competitivo. La gran amenaza no es para el sujeto su cuerpo en sí, sino la posibilidad de quedar marginado de una sociedad en la cual no se es, no se tiene existencia sino no se responde a los códigos imperantes.

Es importante destacar también, que estos ideales estéticos, además de haberse erigido en el imaginario colectivo como parámetro de lo socialmente deseable, se han constituido en parámetro de lo moralmente correcto. Por lo tanto, un cuerpo al cual se prodigan una serie de cuidados simbolizaría una actitud racional del individuo, alto grado de autoestima, capacidad de autodominio. Autonomía (de autós "uno mismo", y nomos "ley", es decir alguien que se obliga a sí mismo), por lo tanto, quien es capaz de gobernarse a sí mismo se presupone que ejercerá las mismas acciones y poseerá las mismas aptitudes en la esfera de sus relaciones interpersonales, vinculadas a su campo laboral, profesional, afectivo, etc.

Dieta y Cuerpo. La moda y sus dictámenes


La concepción del individuo (psiquismo+cuerpo) opuesto a su sociedad es propia de Occidente y su aparición ha sido tardía en nuestros "mapas ideológicos". Escindir al yo en una psiquis y en un cuerpo, la noción de conciencia individual y de conciencia grupal, son productos de la cultura occidental. Es también reciente la construcción de la noción de imagen o esquema corporal, noción que es utilizada a los efectos de dar cuenta de las imágenes corporales sostenidas por una cultura determinada, y que tanto la sociedad como el individuo incorporan como propias, es decir como imágenes de sí mismo.

Es dable comprobar, que la ciencia occidental siempre tiende a buscar la causa de cualquier alteración en esa identidad como una falla individual en el proceso de integración de ese esquema corporal. A los fines de explicar esa falla, la ciencia occidental apela a variables biológicas y psíquicas, permaneciendo en un cono de sombra los aspectos culturales de esa construcción. "Se olvida por ejemplo, que ciertos órganos (hígado, corazón, pulmones, etc.), ciertos fluidos (sangre, esperma, etc.), ciertas regiones corporales (espalda, pierna, pecho, etc.) cargan con significados especiales en el imaginario social y que los síntomas que se les atribuyen son metáforas de la relación de ese individuo con el grupo social"4. Es precisamente por lo vertido, que consideramos de vital importancia el abordaje sociocultural de los trastornos de la alimentación, sin descuidar por ello los demás factores intervinientes en su desencadenamiento y perpetuacion. …


…Ademas, las dietas no son un fenomeno nuevo de estos tiempos. Es interesante observar como a lo largo de los siglos siempre han existido formas de restricción alimentaria, muchas de las cuales aún tienen vigencia. Un ejemplo sería las distintas formas de ayuno, de abstinencia de ciertos alimentos, dietas ligadas a creencias e ideales compartidos, "como un acto de alcance simbólico en relación a valores superiores trascendentes (por ejemplo en referencia a Dios)"5. Las dietas religiosas perseguían y persiguen el objetivo de controlar el cuerpo interior, de "purificar" el cuerpo y el espíritu y de templar y poner bajo control las voluptuosidades de la carne. El seguimiento generalizado de ciertas pautas dietarias en la actualidad indudablemente no persigue los mismos objetivos. En nuestros días, considero que las restricciones alimentarias, al igual que el control de la alimentación en general, exceptuando los casos en que una determinada dieta ha sido prescrita por algún facultativo por motivos de salud, el objetivo que intentan alcanzar es construir cuerpos que merezcan ser exhibidos, ¿consumidos?.

Si bien es cierto que hoy el seguimiento de una dieta alimentaria está disparado por la búsqueda consciente de remodelar un cuerpo para que se ajuste a ciertos cánones estéticos, también la dieta cumple otros objetivos: ofrece al sujeto una cierta estructura de seguridad. Una paciente afirma: "cuando emprendo una dieta me siento inmediatamente relajada, porque vuelvo a estar bajo mi propio control"6.

Pareciera ser que si no se ponen bajo los dictados de las dietas, los pacientes quedaran en un estado natural, salvaje, desprovistos de límites y de objetivos propios. Estos sujetos hallan, subordinándose a una autoridad externa, en este caso la dieta, la seguridad y el control que no pueden encontrar en sí mismos. Los pacientes ignoran que el consuelo que puede brindarles el hecho de estructurar sus vidas dentro de los límites que fijan las dietas es su propia condena.
La dieta, pensado como un conjunto de normas, de pautas a cumplir, ofrece seguridad bajo la apariencia de determinadas reglas y regulaciones en torno a la comida que, si uno se ajusta a las mismas, nos prometen un ansiado resultado: adquirir el peso y el cuerpo ideal para que la vida cambie. Además, las dietas para adelgazar evitan la necesidad de decidir sobre cada bocado, ya que la misma dieta se ocupa de ello, tornándose la vida del individuo un tanto más simple y más "virtuosa", ya que él se ajusta obedientemente al orden cultural imperante, haciendo para ello "buena letra".

En general puede llegar a considerarse que una persona dietante, que cumple a pie juntillas con las pautas fijadas por la dieta, dieta que muchas veces ella misma diseña, posee una capacidad de autodominio, de autodeterminación y autodisciplina, dignas éstas de respeto y admiración. Sin embargo, es una forma que el sujeto halló de desplazar su responsabilidad a otras manos. "Las dietas son adictivas porque crean la ilusión de ser una estructura segura que puede controlar todos tus impulsos alimenticios, del mismo modo que los brazos de tu madre fijaban en tu niñez las fronteras de tu mundo"7.

La recurrencia y el apoyo en las dietas para obtener seguridad y control llevan al sujeto a una acentuada alienación, evitando el mundo de la libertad, del propio crecimiento, tal como sucede con el niño que se aferra a su madre porque no se anima a lanzarse a la inseguridad que evidentemente le causa la separación-individuación. Para desarrollarnos, para crecer, necesitamos todos romper con los límites que lo impiden. Sin embargo, estos mismos límites que nos impiden nuestro desarrollo, son los mismos límites que nos brindan seguridad. Los pacientes con patología alimentaria, al temer la inseguridad que ocasiona la ruptura de los límites obturantes del crecimiento, optan por quedar sometidos a ellos, subordinándose a una estructura, la dieta, que les provea de seguridad, la misma o parecida que supo proveerle aquel otro primordial. …

…Si bien es cierto que la bulimia y la anorexia han existido en otros momentos históricos, aunque no tipificadas como tales, entiendo que estos trastornos se acentúan, se generalizan en estos tiempos, tiempos en que se propicia un discurso bastante contradictorio. Se fomenta un consumismo sin límites a la par que se promueve una cierta privación, acorde ésta con las exigencias de determinado esquema corporal válido: el de la primacía de la delgadez. Es interesante comprobar como el ideal de delgadez, tiene lugar en sociedades opulentas, donde los alimentos abundan. Pareciera ser que en los grupos sociales en los que el alimento abunda, donde éste no es percibido como un artículo de primera necesidad, se pudiera prescindir con cierta facilidad del mismo. Es como si el tener sistemáticamente garantizada la satisfacción de las necesidades alimenticias, le restara su valoración.



El predominio de las mujeres sobre los varones

El 90% de casos de trastornos de la alimentacion se presentan, según las estadisticas del DSM IV Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales, en mujeres. De la poblacion atravesada por este trastorno, solo del 5% al 10% son victimas los varones. ¿A que se debe este predominio?

Con relación al predominio de las mujeres sobre los hombres en el padecimiento de trastornos alimentarios, entendemos que el mismo se asocia con aspectos psico-socioculturales del sexo, a sus distintas valoraciones sociales.

Con relacion al acto de comer, el mismo no es "visto" socialmente de igual manera en los varones que en las mujeres. Comer mucho, en cantidades abundantes es, en el caso específico de los varones, un acto de asociado a su masculinidad, su fuerza, su resistencia y su poder. Es un acto aceptado y hasta exhibido sin reparo alguno. Opuestamente al caso de los varones, en el caso de las mujeres el comer en abundancia, con voracidad suele ser considerado impropio, causando en quien lo hace un sentimiento de profunda vergüenza y culpa quizás, y en quien lo observa, reprobación.

También hallamos diferencias en relación al esquema corporal de cada sexo. El cuerpo ideal del varón se ajusta a un modelo de máximo desarrollo corporal con un importante volumen muscular, exhibiendo, mediante su cuerpo, una cierta superioridad frente a la mujer. El modelo corporal ideal que persigue la mujer sería más bien "tubular", aunque con tono muscular.

Del varon se espera que sea fuerte, seguro e inteligente, mientras que de la mujer se espera que sea maternal, dócil, aunque también inteligente y, sin lugar a dudas, bella.. “La paradoja de la mujer de nuestra era es que a pesar de haber adquirido mayor independencia económica, educación y autonomia como nunca antes en la historia de la humanidad, se siente aun insegura frente a su propio cuerpo y se somete sin vacilar a este mandato cultural absurdo”11.
La mujer ha adquirido atributos asociados tradicionalmente a la masculinidad (profesionalización, independencia económica, un cuerpo delgado y musculoso), a los fines de poder equipararse al hombre y competir con este en diferentes espacios12, ganando para ello muchos derechos. Sin embargo, no se ha desligado de ciertas obligaciones. “Y aunque ahora la mujer es un sujeto politico y juridico, no ha dejado de ser, en muchos casos, un objeto -de maternidad, de sexualidad”13. Las mujeres han ganado derechos, pero los han sumado a las obligaciones que ya tenían.

Ahora bien, quisiéramos desentrañar las causas ocultas que se encuentran tras esta presión que la sociedad occidental actual ejerce sobre la mujer en el sentido de que debe ajustarse a un determinado patron de belleza objetivado y establecido como el deseable.

En la antigüedad, la belleza estaba asociada a lo masculino y no precisamente a lo femenino. El cuerpo bello, admirado, era el del varon, especialmente del varón joven. En realidad, la belleza femenina es una creacion del siglo XVI. “Historicamente estamos en ese momento en el Renacimiento. Y bien, como se renace a una cultura antigua, en lugar de la figura de la virgen como la mujer idealizada, o de las diosas, se toma el cuerpo de la mujer y se lo valoriza”14.
Ahora bien, esta valorización del cuerpo femenino respondía a diferentes tipos de mujer ideal: En la Edad Media, aunque la mujer idealizada era la virgen, la corpulencia femenina era considerada un símbolo de fertilidad. En el siglo XVII se valorizan las nalgas y los pechos de la mujer, símbolos estos de la maternidad. Será en el siglo XX cuando estos símbolos comiencen a desdibujarse para comenzar a valorarse y exaltarse la delgadez del cuerpo femenino. “La delgadez de la mujer simboliza el atletismo, una sexualidad liberada de las obligaciones de la reproducción, en resumen, una suerte de independencia andrógina”15. ..

Notas

1 En un capítulo de su libro Women who run with the Wolves, su autora, Clarissa Pinkola Estés cuenta la siguiente historia. Siendo la autora ya adulta, viaja a México con el objetivo de encontrarse con algunos de sus ancestros. Las mujeres de la tribu estaban preocupadas porque Clarissa no era suficientemente gorda. Estas mujeres explicaron que “las mujeres son la Tierra, son redondas como la misma Tierra, porque la Tierra es un gran contenedor”.
2 Valiente, Enrique, "Bulimia y Anorexia: paradigmas de la cultura narcisista de fin de siglo", trabajo presentado en las Jornadas de salud integral de la adolescencia: Bulimia y Anorexia, pág. 42. Pierre Bourdieu ha señalado que el cuerpo, incluso en aquello que tiene más de "natural" en su apariencia (volumen, talla, etc.) es un producto social.

3 Saslavsky, Liliana Cora, ponencia presentada en las Jornadas de salud integral de la adolescencia: Bulimia y Anorexia, organizadas por el Consejo Nacional de la Mujer, Buenos Aires, 1996, pág. 48.

4 Saslavsky, Liliana Cora, ob. cit., pág. 47.
5 Valiente, Enrique, ob. cit. pág. 40.

6 Hirschmann, Jane, Munter, Carol, Cuando las mujeres dejan de odiar sus cuerpos, Ed. Paidós, Barcelona, 1995, pág. 137.
7 Hirschmann, Jane, Munter, Carol, ob. cit., pág. 140.
8 BACE es un centro de tratamiento e investigación sobre Bulimia y Anorexia de la ciudad de Buenos Aires, sito en calle Callao 1817 P.B de dicha ciudad.
9 Szlazer, Edith, “La muerte y la doncella”, artículo publicado en la revista Nueva, Rosario, pág. 9.

10 Raimbault, Ginette, Eliacheff, Caroline, Las indomables figuras de la anorexia, Editorial Nueva Visión, Buenos Aires, 1991, pags. 191, 192.

11 Rausch Herscovici, Cecile, La esclavitud de las dietas, Editorial Paidós, Buenos Aires, 1996, pag. 23.
12 “En las ultimas tres décadas, cuando se produce el mayor ingreso de la mujer en el campo laboral, las dietas y la delgadez se transforman en una obsesión cultural masificada. En esta época se considera atractiva, deseable y exitosa a la mujer solo cuando es delgada y bella”. Rausch Herscovici, Cecile, ob. cit., pag. 24.
13 Díaz, Esther, “La trampa del bello sexo”, reportaje publicado en Las/12, Mujeres en Página 12, el 9/06/00, Año 3, Nº113, pág.12.
14 Ibídem, pag. 12.
15 Raimbault, Ginette, Eliacheff, Caroline, ob, cit., pag. 45.



Bibliografía
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• AA.VV., Jornadas de salud integral del adolescente: bulimia y anorexia, organizadas por el Consejo Nacional de la Mujer, Buenos Aires, 1996.
• Chernin, Kim, “El lado oculto de la relación madre hija”, en Encuentro con la sombra. El poder del lado oscuro de la naturaleza humana, Editorial Kairós, 2da. Edición Febrero de 1994, págs. 113-119.
• Díaz, Esther, “La trampa del bello sexo”, reportaje publicado en Las/12, Mujeres en Página 12, el 9/06/00, Año 3, Nº113, págs.12 y 13.
• Hekier, Marcelo, Miller, Celina, Bulimia y Anorexia: deseo de nada, Ed. Paidós, Buenos Aires, 1994.
• Henestrosa, Guadalupe, "La muerte y la doncella”, artículo publicado en la revista Nueva, 1996, pág. 44-48.
• Hirschmann, Jane, Munter, Carol, Cuando las mujeres dejan de odiar sus cuerpos, Editorial Paidós, España, 1997.
• Raimbault, Ginette, Eliacheff, Caroline, Las indomables figuras de la anorexia, Editorial Nueva Visión, Buenos Aires, 1991.
• Rausch Herscovici, Cecile, La esclavitud de las dietas, Editorial Paidós, Buenos Aires, 1996.
• Rutzstein, Guillermina, “La Anorexia Nerviosa y el proceso de separación-individuación”, publicado en la revista Vertex, Revista Argentina de Psiquiatría, Vol. IX, Nº32, junio, julio y agosto de 1996, págs. 118-124.
• Rutsztein, Guillermina, " Anorexia Nerviosa. Cuerpo y estrago", en el Programa de Actualización en Psicoanálisis Lacaniano, Directora Diana S. Rabinovich, Facultad de Psicología, Secretaría de Posgrado - Universidad de Buenos Aires, 1993. Trabajo inédito.
• Saba, Guillermo Raúl, Fraise de Páez, María Marcela, “Disfunciones sexuales en Anorexia y Bulimia Nerviosa”, publicado en la revista Vertex, Revista Argentina de Psiquiatría, Vol. IX, Nº32, junio, julio y agosto de 1996, págs. 125-130.


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